El medallista de Tokio

Iván Paredes

La alegría y el orgullo que regaló a todo el país no tienen precio, más cuando, llega en momentos difíciles donde el descontento, la desconfianza y desilusión política, gubernativa y estatal ha calado en lo más profundo del ecuatoriano. Nos referimos al majestuoso ciclista carchense Richard Carapaz,  quien hizo revivir el sentimiento de identidad nacional cuando se escuchó las sagradas notas del Himno Nacional del Ecuador en el Continente asiático. Por supuesto, también, a su compañero de lucha, el connotado ciclista Jhonatan Narváez.

Antes de nada, nuestras sinceras felicitaciones por el esfuerzo, la dedicación y esmero demostrados en su actividad profesional como ciclista, que le ha hecho llegar al punto máximo de un deportista: obtener una medalla de Oro Olímpica, tal cual los grandes griegos de la antigua Atenas. Sabemos que este hermoso deporte conlleva un tremendo esfuerzo, sobre todo una férrea voluntad atada de una disciplina extrema que, quienes hemos logrado ser campeones deportivos entendemos el gran costo que aquello significa.

Su molestia, de igual manera, es entendible, respetada y apoyada, al decir “esto lo disfruto yo, el país nunca creyó en mí”, primeramente, no se refiere a sus coterráneos ni a su territorio, sino, al poder estatal que no les han brindado el apoyo que necesitaban en esos momentos de concentración y soporte que se necesita, al punto de solicitar masajista a un equipo inglés; pero eso no es todo: la asignación que le había tocado nunca le entregaron, fue expulsado de la Federación de Ciclismo por la ex – Ministra Andrea Sotomayor, no ha sido considerado su club para las votaciones en la misma Federación; y, demás argumentos que tiene para demostrar su disconformidad. Deben entender los burócratas que están al servicio del ecuatoriano y no servirse del cargo prestado. ¡Loor para nuestros ciclistas campeones!