Abuso del derecho

Agustín Sánchez

En un Estado de derecho como el nuestro, o al menos eso establece nuestra Carta Magna, la seguridad jurídica es uno de los pilares fundamentales. Seguramente habrá escuchado varias veces este término, y de manera recurrente en este último tiempo, donde las batallas políticas se dilucidan en los juzgados, con hechos tan inéditos que hasta los abogados nos cuesta comprender el accionar de los operadores de justicia. Pues la seguridad es lo que cualquier persona busca en mayoría de actos de su vida, en sus inversiones, en su lugar de vivienda, etc., lo mismo ocurre en lo jurídico, buscamos que los jueces apliquen lo que determina la ley, ni más ni menos.

Parafraseando lo que el artículo 82 de la Constitución señala, la seguridad jurídica se circunscribe al respeto y correcta aplicación de las normas que rigen en un país, lamentablemente, en este Ecuador de los imposibles, se estila mucho “abusar del derecho” para generar incidentes que dilaten la resolución de procesos e impedir que se haga justicia. Por eso no le debe ser ajeno, que un día un juez sentencie a presuntos responsables y a los pocos días otro juez los absuelva o declare la nulidad de lo actuado por el otro; o que un día la capital tenga un alcalde, al día siguiente otro, y a la semana siguiente el mismo de hace dos semanas, ¡de locos! Si bien es necesario separar los escenarios, los que la propia ley permite que ocurran, de aquellos que ocurren estrepitosamente sin explicación alguna, pero están ahí y se acatan; debemos tener claro que la justicia constitucional misma que persigue precautelar y garantizar el respeto los derechos constitucionales, recae en manos de jueces sin especialidad en la materia, a eso adicione los múltiples mañoseos en los juzgados más recoditos de la patria que revocan o acomodan sentencias al granel, generando precisamente aquello que no queremos, inseguridad jurídica.

En un país donde no se respetan los derechos, o las normas procesales se ajustan al antojo, se ahuyenta la inversión, incrementa la injusticia, y genera desigualdades brutales, convirtiendo a la justicia en un botín.