Triste y desesperanzada

Rocío Silva

Bogotá hoy se presenta más lúgubre que hace unos años, si bien, su centro cívico e histórico, ya no está saturado de carpas de plástico negro, en las que permanecían en forma infrahumana parientes de desaparecidos por la guerrilla y el narcotráfico, clamando justicia a gritos, ahora se muestra como una metrópoli triste y desesperanzada, pues, ha sufrido la envestida de dos meses de protesta social.

Desde hace al menos medio siglo, los sindicatos, campesinos, estudiantes y movimientos de izquierda han recurrido a los paros para exigir sus reivindicaciones a los distintos gobiernos. Las manifestaciones masivas volvieron a sacudir al país a finales de 2019, un anticipo de los disturbios actuales. En noviembre de ese año, los estudiantes y sindicatos encabezaron marchas masivas en las grandes ciudades para exigir una serie de mejoras en los servicios sociales del Estado, acceso a la educación y mejores oportunidades de empleo. Las protestas disminuyeron cuando la pandemia del COVID-19 llegó a Colombia en marzo de 2020, pero las tensiones volvieron a estallar en Bogotá en septiembre del mismo año.

La historia de la movilización masiva en Colombia es amplia, las protestas de 2021 se destacan. Los jóvenes que conforman el núcleo de las manifestaciones, y que han demostrado ser sus más fervientes partidarios, por tanto, han dejado una ciudad pintarrajeada de graffitis sobre graffitis, es tanta la saturación de manchas y consignas que el visitante se siente abrumado, mientras el valor del peso se devalúa a cada instante.

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