Tramitomanía

Ángel Polibio Chaves

He tomado como título, la feliz expresión de un empresario ecuatoriano que graficaba así la tendencia que acusamos a someter todo a engorrosos trámites que bien podrían evitarse.

Alguna vez señalé que la diferencia entre un país desarrollado y uno que no lo es, radica en el valor que los primeros otorgan al tiempo, mientras que, para los segundos, este recurso parecería no tener la menor importancia; basta caminar por las veredas de cualquier ciudad para encontrarnos con largas colas de ciudadanos que esperan ser atendidos en una entidad pública o en una institución financiera. Hemos llegado al extremo de exigir partidas de nacimiento actualizadas, como si a través del tiempo pudiésemos cambiar el lugar y la fecha de nuestro nacimiento y el nombre de nuestros padres; para cancelar el impuesto al rodaje, no basta acercarse a una ventanilla habilitada para el pago: es preciso primeramente concurrir al Municipio para un trámite previo. Si en la cédula de ciudadanía constan ya algunos datos personales, no sería necesario acreditarlos con otros documentos. Para contraer matrimonio hemos de obtener la “fe de bautismo”, lo que nos impone una investigación del lugar y fecha de celebración de este sacramento, dificultada porque generalmente recibimos el agua bautismal cuando apenas tenemos días o meses de nacidos. Para desbloquear una clave que en la multiplicidad de ellas en el mundo informático confundimos con frecuencia, hay que concurrir personalmente al banco o a la entidad pública correspondiente; si tenemos la obligación de reportar información  a dos o tres entidades de control, cada una de ellas exige hacerlo en su formato y con frecuencia en muchos casos injustificada; en fin sería larga la relación que al respecto pudiésemos realizar y que evidencia que el problema no es solamente del sector público.

Es de esperar que el nuevo Gobierno aborde este tema para contribuir al desarrollo nacional.