Tierra, polvo y smog

Iván Paredes

La calidad del aire que circula en la atmosfera y que respiramos, indudablemente, que afecta a todas las especies y, particularmente, a los seres humanos, muestra indiscutible el Covid-19 que hasta este momento no ha terminado, señal que no hemos demostrado el respeto, cuidado y precaución al elemento que mantiene la vida de los seres terrestres.

Caminar por las urbes se puede ver y sentir que el aire que respiramos está compuesto de tierra que se levanta, sea por el viento o los automotores, pero aquello es producto del descuido, la mala atención y hasta el desinterés de personas e instituciones encargadas de limpiar y asear las vías públicas. Otro factor que observamos diariamente es el smog producido por los vehículos a diésel, en especial, los buses que emanan gran cantidad de monóxido de carbono y óxidos de nitrógeno, partículas que no las vemos pero que se encuentran en el aire que respiramos. Los buses urbanos, en el momento de arrancar, despiden una gran cantidad de humo que se esparce por el aire y es respirado por todas las personas, sin tener el mínimo de consideración con personas que sufren de enfermedades cardíacas o pulmonares, niños, mujeres embarazadas y ancianos que por su edad son más débiles y, quienes son los encargados del control demuestran su despreocupación al respecto, de las cooperativas de transporte y sus dirigentes, ni hablar, porque no han hecho nada para exigir el mantenimiento y cuidado de las unidades que circulan diariamente por las calles de la ciudad. Entonces, como hablar de salud y cuidado si los responsables permiten que respiremos aire impuro. Por más que nos presionen en vacunarnos cuantas veces, sino controlamos el aire y atmósfera, seguiremos conviviendo con la pandemia y perdiendo muchos seres humanos a causa de este problema latente.