Tiempo de espera

Rocío Silva

Llevados por el derecho a vacunarse, acudieron muchos adultos a los diferentes centros de vacunación en Quito y Latacunga, enseguida las redes sociales, empezaron a reportar largas colas de espera, expuestos al contagio los adultos consiguieron ser vacunados, las dudas se mantienen, sobre si recibieron la vacuna adecuada, la espera desespera.

Todo es tan confuso, una gerente de CNT que dice haber recibido a la madrugada las indicaciones sobre el tipo de vacuna que recibirían los convocados, un ministro saliente que recorre medios de comunicación de manera virtual e intenta justificar su actitud, echando la culpa, ya no solo a la gerente de CNT, también a la vicepresidenta de la república, y hasta a quien empuja la silla de ruedas del Primer Mandatario. Lo que sí dijo con mucha claridad, es que no se sabe del destino de miles de vacunas, que no hay un control exhaustivo del número de vacunas administradas.

La situación caótica, no varía para nada con el cambio de ministros; la desconfianza es quizás el único escenario certero en el que nos ubicamos los ecuatorianos. Los rumores en los de a pie, son tal vez más certeros que los de las redes sociales, por citar ejemplos: “que se están vendiendo particularmente las vacunas a 200 dólares”, “el personal operativo que hace ademán de vacunar y se lleva las jeringas cargadas”. Estos rumores no crecerían si hubiese un principio mínimo de autoridad ética en la planificación, con la evaluación de las condiciones actuales, con la determinación precisa de objetivos y metas, el establecimiento de un plan de acción, asignación de recursos, ejecución y control.

Una planificación con indicadores técnicos, es imposible en el sector público, porque lo que más importa a quienes administran el sector público, es el capital político, y como esta administración ya no tiene nada que perder, lo único que le interesa es que pronto llegue mayo, para salir del atolladero. Mientras tanto Arauz y su campaña han entrado en desesperación, se dibujó de cuerpo entero; entonces se entiende que todo tiempo de espera, al final, siempre desespera.