Iván Paredes
La sociedad ecuatoriana ha tenido que soportar innumerables vicisitudes a lo largo de su historia que en su mayoría no han sido por casos fortuitos o efectos de la naturaleza, sino por una mala formación política que ha priorizado el interés individual y grupal al colectivo; también, por un sistema endeble y manipulable a conveniencia de mezquinos provechos socapados por un frágil Estado deslucido en su dignidad producto de una institucionalidad egoísta y paupérrima que ha favorecido a grupos de poder antes que, al mismo colectivo.
Hace poco soportamos una pandemia mundial, en donde y con resignación tuvimos que acatar disposiciones de encerrarnos en nuestras viviendas, pero quienes estuvieron en ese momento encargados de controlar y decidir, no lo pudieron hacer, hoy, existen rumores que todo aquello fue un juego mental y económico para alinear a la humanidad, nosotros no fuimos la excepción.
Hoy, nos encontramos en tinieblas producto de apagones eléctricos de 14 horas de duración al día, generados por la irresponsabilidad y capricho de quienes en su momento se encontraban en control de la Nación y del sistema nacional de electricidad, quienes sin importarles el dolor ajeno ni las afectaciones a sus mismos compatriotas, buscan justificar lo injustificable. Un territorio bendecido que nos ha entregado todo lo necesario para vivir, y más, no fue valorado por grupos políticos que han buscado, únicamente, apropiarse y utilizar el poder a su conveniencia, provocando el desequilibrio social que ha producido una sufrida sociedad sumida en la desdicha sin encontrar las herramientas necesarias para girar su desventura.
Para terminar con su infortunio, estamos a las puertas de elecciones electorales, pero ninguno de los susodichos ha demostrado tener la vocación para cambiar el rumbo del país ni los malestares que aquejan, resignándonos a continuar con este sufrido orden social.