Sin opción a elegir

Iván Paredes

Dentro del sistema democrático se encuentra el principio de elegir a sus representantes que estén conectados y comprometidos con su entorno social, dirigiendo a una forma de vida armónica, pacífica, espiritual, de desarrollo y progreso, es decir, buscar lo que en el contrato social se ha establecido: justicia y equidad, siendo el mecanismo de conexión que unifica a los tres órdenes para alcanzar y cristalizar la realidad social que se espera.

Aquel irrespeto e irreverencia a la esencia de la democracia, en especial, de parte de los movimientos y partidos políticos hace que los ciudadanos no tengamos absolutamente ninguna opción a elegir un digno representante que demuestre el compromiso con el sistema, su entorno y, peor aún, con su familia y dignidad.

En esa formación, lo único que buscan es el individualismo y la ostentación del poder, porque lo ético, moral y digno lo pierden al punto que no importa que sus hijos y generaciones sean señaladas y paguen sus consecuencias.

Allí tenemos a muchos que quieren ser reelectos, hasta con grillete, pero que han pasado sin pena ni gloria por delicados cargos gubernativos y solamente son escogidos por sus secuaces, más no por la sociedad en su conjunto. Y así, no hay más elección.

Entonces, ¿Vivimos en una verdadera democracia? Ya lo señaló Polibio, “todo régimen político tiende a degenerarse”, perdiéndose la voluntad general de la población, lo fundamento Rousseau, al indicar que el contrato social se pierde cuando el interés de algunos esta sobre el general; pero lo real y lamentable, es lo analizado por James Mackintosh, al indicar que, al perder la democracia el poder queda en manos del populacho corrompido y mentecato, aprovechándose de una ilusoria legalidad del sector más ignorante de la sociedad mediante el propagandismo, la demagogia y manipulación. Está sentenciado, no hay opción.