Sólo los miserables defienden la miseria o callan ante ella.
Una vez más, el chavismo le ha clavado un puñal a Latinoamérica, justo en la mitad, y el desangre nos mancha a todos. Pero no será mortal. Porque ese pueblo exprimido hasta los huesos nos está dando una lección conmovedora de amor al país y a la libertad, de valentía y verdadera dignidad. También los exiliados nos han demostrado cómo les duele el abuso y las ganas que tienen, muchos de ellos, de volver a curarle las heridas a su patria. Porque finalmente, uno no es de donde vive y trabaja, sino del sitio donde están sus afectos y al que quiere volver.
Si el pueblo nos está brindando ese ejemplo, más lo hace María Corina Machado al liderar la resistencia con corrección e inteligencia, sin parecerse al enemigo y el coraje que sólo tiene el que sabe que su causa es justa. Hace tiempo que no veíamos en el cono sur un liderazgo así de elevado, qué envidia sana provoca si uno empieza a hacer comparaciones. La lucha de Corina gana doble mérito si admitimos que no sólo se enfrenta al monstruo del autoritarismo sino al poder omnipresente del narco que se ha valido de ciertos gobiernos para hacer de nuestras tierras, su rancho. Camuflados en el cuento de la soberanía justifican su complicidad.
Jamás el continente ha visto una crisis humanitaria tan grave, jamás un régimen ha sido tan descarado de seguir presentándose como democrático pese a las evidencias. Jamás han contado con aliados tan serviles. Cabe preguntarse ¿Y la jurisdicción internacional en materia de DDHH no vale cuando el que los viola es de “izquierdas”? Deberían lavarse la boca para usar como argumento a la gente más empobrecida.
Si de algo ha servido este penúltimo episodio es que nos permite diferenciar y reconocer entre los demócratas y los siervos de la miseria. Tomen nota para las elecciones.
Sigan chamos, hasta el final.