Próximos a celebrar el Día de la Madre, quisiera que reflexionemos sobre lo que implica ser mamá. Muchas personas piensan que la maternidad comienza desde el nacimiento del bebé. Pero no, el principio de todo es cuando te enteras que vas a ser madre. Por eso, la necesidad de que este hecho ocurra en condiciones de bienestar para la gestante, su estado físico y psicológico son determinantes para el desarrollo de la criatura en el vientre y posterior cuidado.
Es la labor más importante y maravillosa que existe, es así que su implicación en la formación del ser humano es total. Dicen que Dios no podía estar en todos lados, por tanto, hizo a las madres. Sin ellas, no hubiéramos llegado a ser lo que somos hoy en día. Nos cuidan, protegen, nos ayudan a crecer, son nuestras maestras y guías. Ser madre no es cuestión de parir, es cuestión de servir, de ser ejemplo, soporte y motivación constantes.
Una mujer apenas conoce que está embarazada se llena de una magia llamada instinto materno, desde ese momento quedamos atrapadas para siempre en un amor absoluto e infinito que aumenta sin tener final. Esa es la naturaleza femenina, lo ideal que deberíamos experimentar todas las madres.
Pero lamentablemente, a muchas les han arrebatado ese derecho. El embarazo forzado ha destruido a miles de niñas y adolescentes. No en sentido figurado, sino literal. Una infante que sufrió agresión sexual y queda encinta en un cuerpo y mente que no están preparados para asumir la tarea maternal ¿cómo enfrenta su maternidad? ¿qué futuro les depara a ella y su pequeño/a en un entorno indolente, que pasa página y no las regresa a ver?