Vivimos todos en un mundo lleno de barbaridades y barbarismos desatados y sin control, cada día se pierden las capacidades de analizar y reflexionar porque los sistemas informáticos, las redes, las nubes, los celulares invadidos de Whatsapp, Facebook y etcéteras, rotulados con caracteres que los milenials no entienden y necesitan de traductores para salir de esas dictaduras, queridos nietos, con el fin de sobrevivir y no sucumbir, porque todavía tienen dentro de si valores humanos y culturales que los obligan a ser un país y no estar en una selva cubierta de hormigón y corrupción, que los obligan a que su vida tenga el rumbo cierto y que todavía los faculta a reconocer caminos y domar palabras que amontonadas tras los gritos contenidos, no pueden salir con libertad a combatir a los analistas multiplicados en los medios de comunicación, que imponen criterios y pretenden también imponer conductas basados en intereses personales o políticas de grupúsculos, a los que llaman colectivos, ensalzando a esos caudillos que se escudan en convocatorias para organizar movimientos terroristas que persiguen imponer la destrucción, la muerte, los asesinatos entre hermanos, que es lo que está sucediendo en nuestra hermana Colombia, en Chile, México donde la vida no vale nada, caudillos que denigrando lo que significa una etnia, de manera estúpida y denigrante, convocan a reclamar a un Gobierno que recién ha empezado a construir el diálogo y que sus decretos alientan la posibilidad de ir a ese futuro en el que todos creemos.
Es cierto que siguen vigentes los inmorales burócratas pensando que si antes se pudo robar, porqué no ahora, porque ellos pudieron, porqué yo no , pero ya los están descubriendo y castigando. El ridículo Yunda nos sirve de ejemplo, pero que éste caso no sirva de fundamento para que se piense que en todas partes pasa lo mismo que en Quito. Si la ONU nos dice que la Fiscal General del Ecuador es la mejor, por algo será. Contralorías y fiscalías regionales deben actuar y demostrar lo que valen.