La verdad de las calles

Emily Torres Larriva

Todos los días podemos palpar las sórdidas condiciones en las que viven miles de personas en calles de la ciudad y del país, en su mayoría acompañados por niños, es sorprendente encontrarnos con estas familias enteras sumidas en la miseria extrema.
Al ser un problema mundial el Ecuador también es parte de cifras alarmantes y horripilantes, más aún con el alto grado de familias venezolanas que habitan en calles, veredas y semáforos de todo el país.

Y este altercado social se agrava más con la pandemia compañera y amiga por más de dos años, sin duda se ha podido ver que quienes fueron los más golpeados por la crisis sanitaria mundial son las mujeres y niños. Las mujeres fueron quienes perdieron más puestos de trabajo y quedaron desempleadas, mientras que se habla que producto del covid-19 nueve millones más de niños en el mundo se “integrarán al mundo laboral” de manera abrupta y forzosa.

A escala mundial “son ciento sesenta millones de niños los que realizan alguna actividad laboral, según UNICEF y la Organización Internacional del Trabajo” mientras que en el Ecuador, en el año 2020 cuatrocientos veinte mil menores estaban en situación de trabajo infantil según el INEC.

En el país el sector del agro es la actividad que alberga la mayor cantidad de niños que están laborando, es obvio, las zonas rurales siempre son las más desatendidas y donde más vulneraciones se producen.

Hay una necesidad imperiosa de recuperar la voz y la decencia de los niños, no podemos “acostumbrarnos” a convivir con una realidad tan insensible, con un cuadro tan inhumano, esto lo palpamos cada hora, cada día en cada rincón de los espacios públicos. Si estos niños se encuentran construyendo sus casas en nuestros semáforos es porque debemos mejorar sus condiciones sociales en donde obligatoriamente están incluidos sus padres o familiares.

“Es más fácil construir niños fuertes que para reparar adultos rotos”

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