La siguiente pandemia

El coronavirus no solo ha afectado a nuestra salud física, o ha tenido efectos adversos en nuestra economía. Son numerosos los estudios que afirman que también afecta a nuestra salud mental. Afecciones como cambios del estado de ánimo, fatiga o ansiedad se han vuelto características de esta nueva normalidad alcanzada.

El aumento de la incertidumbre por el futuro merma la estabilidad emocional de las personas, afectando más a aquellos de bajos recursos y al personal de primera línea. Muchos se han visto enfrentados a un panorama sin empleo, entrando en situación de pobreza, el de no llevar el virus a sus hogares, o la pérdida de sus seres queridos a causa del virus.

Los problemas que causa la enfermedad persisten incluso después de superarla. Según una investigación publicada en la revista JAMA Network Open, más de la mitad de las personas que han superado la Covid-19 presentan síntomas moderados o graves de depresión. A la par, el número de casos de suicidio han aumentado.

Estos antecedentes parecen apuntar a que nuestra siguiente pandemia se suscitará en el plano de la salud mental. Muchos países ya han tomado cartas en el asunto al aumentar el número de psicólogos a sus sistemas de sanidad pública.

En el Ecuador, leves esfuerzos se han llevado a cabo en el mismo ámbito con modestas socializaciones sobre la importancia de la salud mental. Sin embargo, el primer paso nace de la toma de conciencia de las propias personas sobre lo mencionado en esta columna.

Hay que desestigmatizar estas afecciones mentales. De tal grado es el problema que, según datos del INEC, el suicidio fue la principal causa de muerte de los menores de 18 años en el Ecuador durante el año 2019, y muy probablemente también del año 2020 debido a la pandemia.

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