Pesadilla

Orlando Amores Terán

Soñé que Ecuador era gobernado por un hombre de edad madura, perspicaz, adusto, valiente que dispuso al pueblo se pronuncie para desbaratar la Constitución, la Asamblea, reducir instituciones, remuneraciones, impuestos, eliminar trámites; para determinar como actos terroristas el vandalismo, saqueo, incendio, destrucción, para que el Estado imponga la normalidad, neutralice la delincuencia, apoyado por patriotas armados que defienden su integridad, su libertad, sus bienes y los bienes de la Nación; en política exterior, para abandonar ONU y organismos vinculados al narco-comunismo; para crear la Organización de Países Libertarios, un acuerdo militar y económico, para enfrentar la amenaza del narco-terrorismo internacional.

Soñé que vivía en un país próspero, lleno de emprendedores, de muchos exportadores, que se pagaba un solo impuesto a la renta y cinco tasas por servicios de agua, luz, teléfono, recolección de desechos clasificados y remediación ambiental. Me despertó un ruido en la calle, la televisión estaba prendida y vi un sujeto que hablaba a nombre del régimen, victimizando al destructor de Quito, pidiendo «dejar atrás ese pasado de odio y persecución, aportando a la construcción del Ecuador del Encuentro».

Volví a dormirme, y tuve una pesadilla: hordas de desadaptados exigían derechos, subsidios, saqueaban, incendiaban, delincuentes controlaban calles y juzgados, mientras el mandatario y sus ministros vendían cargos, despilfarraban, atracaban los bienes públicos, y se sodomizaban entre ellos, a la vista del pueblo. Era un régimen narco-terrorista nefasto, tóxico, criminal, de miseria, corrupción, inseguridad, opresión, injusticia, impunidad.

El dictador con voz afeminada, proclamaba la «República Bolivariana» y ordenaba quemar los óleos de los presidentes del «viejo país»; apareció un hombre que vestía y actuaba como mujer, lanzó a la pira el último retrato, el de Lasso, mientras se quemaba, su rostro deformado hizo una mueca aterradora. Yo sudaba, entre dormido y despierto, me surgió la incertidumbre: ¡Quién está a cargo! ¿Acaso votamos por narco-terroristas?

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