¿Para qué sirve el arte?

Gabriel Villalva Cassanello

Un estimado amigo, el poeta y escritor ambateño don Mario Cobo Barona, solía decir, que hay cosas que parecen inútiles y sin las cuales, en realidad, no podríamos vivir.

Y es que el arte pareciera no tener un lugar en una sociedad polarizada, en la que, unos, desesperados por la supervivencia cotidiana, por llevar un pan a la mesa, difícilmente pueden dedicarle su atención a la contemplación de lo bello, y por otra parte, otros, quienes se encuentran presos en su incansable acumulación de bienes o poder, ven al arte únicamente como un elemento, en el mejor de los casos, decorativo; pues existen también quienes aun teniendo los recursos económicos, no tienen la cultura y educación suficientes como para valorar la obra de un artista y prefieren “ahorrar” en esos gastos y ahondar aún más en su frivolidad.

Sin embargo, entre esos extremos se encuentra el alma sensible, que es capaz de reconocer los bello y que independientemente de su capacidad adquisitiva, valora una obra realizada por un ser humano, a la que le ha dedicado atención, tiempo, en la que ha empleado una técnica de manera magistral y que además es recipiente de una idea. Que porta un mensaje, que no es muda y comunica sin necesidad de accesorios, sin artificios conceptuales hijos del modernismo intelectualoide, tan dado a justificar con el uso de las palabras lo que no se alcanzó por medio del arte.

Para esas personas, el arte es una necesidad del alma, un reducto en el que puede encontrarse con alegrías, reflexiones, contemplaciones extáticas. Durante la cuarentena impuesta en los últimos tiempos, tal vez muchos reencontraron el cine y la actuación o la música y la poesía, como compañeros en la soledad y el silencio. Para quienes no tuvieron esa suerte, la vida siempre presenta nuevas oportunidades, pues es necesario, así como alimentamos nuestro cuerpo, alimentar nuestra alma.

Nueva Acrópolis – Santo Domingo