El más antiguo código que se conoce, es el de Urvinimgina de Lagash, que pretendía moderar las injusticias, estableciendo leyes en favor de las grandes mayorías.
En el código Hammurabi (1792-1750 a. C.) que se conserva en el Museo de Louvre, se muestra al rey orando a Shamash “el Dios de la justicia”. Aquí las leyes se encaminaban a controlar delitos contra la propiedad, transacciones comerciales, salarios, y estaba adoptado en dos formas: “apodíptica” y “casuística”. Las primeras con prohibiciones absolutas como el “no matarás”, “no robaras” y las otras establecidas como raciocinios, “si un hombre pincha un ojo, deberá pinchárselo también un ojo”, o aquello que “si un hombre roba y es atrapado, deberá pagar el doble”.
Las leyes Hititas (1700-1600 a.C.), en cambio, determinaba que el castigo por robarse una colmena, era el someterse a las picaduras de las abejas, o a una multa.
El Kolophon, palabra griega que significa “toque final”, se nos viene en los próximos años, en un pueblo sufrido, destrozado en sus estructuras morales, saqueado inmisericorde por políticos corruptos. Va a ser difícil salir de esta telaraña de podredumbre, peor aún con la permanencia de mandos medios e inferiores, enquistados y reciclados en la función pública, kikuyos inamovibles que se acomodan en cualquier gobierno y sirven a cualquier amo.
El poeta latino Ovidio, resumía así: “Sin medir qué impusiera el castigo, sin leyes de cualquier tipo, los hombres tenían fe y hacían lo correcto, la gente vivía sus vidas seguras y en paz”. Los corruptos han destruido casi todo, lo hacen protegidos por una inmunidad que beneficia a pocos y avergüenza a la mayoría.
En Babilonia se cultivó la música, la medicina, la botánica, la zoología, las matemáticas. En nuestra patria hemos cultivado, corruptos, aduladores, odiadores, prepotentes, ambiciosos de dinero y poder, acá las leyes y los “Códigos” viejos o nuevos, no se cumplan, están de adorno como parte de una demagogia cíclica y cínica, que tanto daño hace a todos.