Realidad en Afganistán

Ariana Miñaca Toro

Ya es muy doloroso para Afganistán caer en manos de los talibanes. Esta organización islámica radical prometió destruir los derechos humanos de su pueblo, especialmente los derechos humanos de las mujeres. La explicación es absurda, los culpables son: los soviéticos, los estadounidenses y las Naciones Unidas. Sufriendo y aumentando el culpable, creo que lo peor es el fanatismo religioso.

En un artículo de hace 19 años, casi el mismo tiempo que le tomó a los talibanes recuperar el poder en Afganistán después de ser expulsados ​​por Estados Unidos en 1991, el título era ¿Hasta dónde puede llegar un gobierno democrático? El célebre politólogo italiano Giovanni Sartori reflexionó sobre la posibilidad de que la democracia se instale en cualquier lugar y cree que para ello se requieren dos requisitos previos: la secularización y la domesticación política.

La secularización se produce cuando la religión y la política se separan, de modo que la segunda ya no se ve reforzada por la primera y pierde la fuerza y ​​la rigidez del dogmatismo, creando así las condiciones para la domesticación de la religión. La política, dejar de destruir a personas con ideas diferentes y resolver pacíficamente los conflictos se han convertido en el modus operandi de la comunidad.

Más concretamente, es el monoteísmo, que cree en un Dios único. Es por ello que él es el único Dios verdadero. Este monoteísmo puede utilizarse como una especie de rebelión en una sociedad secular que separa la religión de la política. Sistema de gobierno teocrático neutralizado y detenido. La separación ocurrió en el mundo cristiano después del siglo XVII, pero esto no sucedió en el Islam.

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