A la difícil situación de inseguridad que invade cualquier cantón del país, sin que por ahora exista un lugar seguro que evite ser víctima colateral de intentos de secuestro, asalto o sicariato, se suma una serie de atentados con coches bomba e incendios en múltiples puntos de varias ciudades, que se presume han sido provocados. Además, una crisis energética agrava estos problemas, así como el impacto económico que tales situaciones generan en las distintas actividades productivas.
Mantenerse positivo resulta complejo. Surgen muchos cuestionamientos sobre si existen actos de boicot detrás de este estado de caos, como se menciona en algunos espacios, o si simplemente es el resultado de haber preferido mirar hacia otro lado ante una degradación social latente que se vuelve cada vez más aguda y sobre la cual solo nos queda aceptar y afrontar. ¿Y entonces? Es fundamental recuperar el sentido de prioridad y previsibilidad. Nuevamente, el escenario político pretende empañar la importancia de fortalecer la democracia a cualquier costo, con la diferencia de que, aparentemente, hoy se ven afectados grupos que se acostumbraron a ser el poder detrás del poder. Y quién sabe si esto simplemente cambiará de manos, continuando igual, pero con “nuevos dueños”.
En el marco de las prioridades, es crucial llevar a cabo acciones articuladas entre los distintos poderes del Estado para contar con herramientas, información y planificación concreta para enfrentar estos problemas, que no desaparecerán con cualquier persona que mañana se siente en Carondelet. Quien sea necesitará de un pacto democrático que se someta a una “tregua” hasta superar lo que nos está arrebatando la paz, y poco a poco todos los espacios de poder, hasta llegar a un completo estado fallido. Dentro de estas acciones, también estamos quienes nos refugiamos en las redes sociales para la crítica, sin darnos cuenta de que somos parte del problema, pasivos frente a quienes se han aprovechado de los recursos públicos y han pactado con las verdaderas mafias que gobiernan.