La decadente institucionalidad parece no tener fin. A medida que pasa el tiempo, los medios de comunicación y los canales virtuales han adoptado un papel protagónico al filtrar información relevante relacionada con casos delictivos que reflejan un grado de contaminación criminal a todos los niveles. Esta situación, en términos generales, no interrumpe el quehacer periodístico, pero lo lamentable es el silencio de quienes realmente están llamados a investigar a quienes cometen ilícitos, y el morboso enfoque que se le da a cierta información que trasciende los hechos delictivos.
Con la publicidad indiscriminada de información relacionada con casos de corrupción, no solo se pone en riesgo la investigación y las respectivas cadenas de custodia, sino que se alerta a los involucrados y, lo que es peor, se habilita a un sinnúmero de conjeturas por parte de los lectores, que a menudo no se detienen a analizar los contextos ni los verdaderos indicios en el cometimiento de ilícitos. En otras palabras, si su nombre aparece en los “chats”, será condenado mediáticamente como un delincuente, sin juicio justo y sin importar el derecho a la intimidad. A esto se añade el doble rasero de quienes manipulan y calculan el uso de esa información. Recordemos que, cuando los “chats” involucran a sus sectores allegados, los consideran falsos, pero si afectan a sus enemigos, entonces deben ser juzgados con el rigor de la ley por corruptos.
Lo que ocurre con la reciente filtración de información, presuntamente proveniente del teléfono de Fernando Villavicencio, ha sido aprovechado por parte de sus detractores que buscan lavarse la cara, situación que no santifica a ninguno bajo el supuesto que los hechos lleguen a probarse en la instancia judicial respectiva.
Resulta imposible tener certezas sobre lo que realmente ocurre. La credibilidad de cualquier información depende actualmente de quien la publica, y es discrecional del lector creerla o no, dado que las autoridades están igualmente cuestionadas y su postura respecto de lo que se difunde poco o nada cambiará la percepción ciudadana.