Nuevo país

A partir de mañana el país emprende un nuevo camino en lo político, económico y social, si bien todo cambio atraviesa por un proceso complejo lleno de desafíos, en este caso puntual, independiente de los resultados que se obtengan al final del mandato presidencial, con absoluta certeza serán tiempos mejores que los 15 años de autoritarismo y corruptela que ahora se agotan.

El gabinete anunciado por el Presidente entrante, es una buena señal en busca de mejores condiciones para el país, gente experimentada y con importante trayectoria, en su mayoría.

A la par, antes de lo esperado los aliados electorales del triunfo han exigido cuotas de poder y pactos “con el diablo” para alcanzar la muy cacareada gobernabilidad, poniendo en evidencia que su concepto de gobernabilidad se escuda en mantener el status quo e inmunidad para quienes, a título de ser perseguidos políticos hoy se esconden de la justicia.

Si bien la política no es permisible de análisis fríos y únicos, jamás puede estar alejada de la voluntad popular, el soberano se manifestó en su mayoría por una opción que dista mucho de lo vivido hasta hoy, inclusive un gran porcentaje de quienes se opusieron con su voto a la opción ganadora, sin duda no estarán a favor de mantener todas esas prácticas politiqueras y mafiosas que nos tienen sumidos en una dramática división social.

En apenas pocos días de funcionamiento de la nueva Asamblea, resulta insultante el manejo vergonzoso de las primeras sesiones que ponen en evidencia acuerdos oscuros, que traen consigo condicionamientos y chantajes públicos en la aprobación de futuras leyes, como si la patria les perteneciera exclusivamente a ellos, buscan atar de manos al Ejecutivo para mantener o captar espacios de poder en beneficio de sus mezquinos intereses.

La diferencia en lo que nos espera no estará ni en la Asamblea ni en el Ejecutivo, se concentrará en la capacidad ciudadana de exigir el cumplimiento de funciones de los servidores públicos mediante los mecanismos de ley, constituyendo una fiscalización permanente. Esperar que la política se adecente en manos de los políticos constituye una falacia, peor aún si quienes lo pregonan han vivido de esta durante décadas sin lograr ninguna mejora.