Mediocre transición

Cuando Lenín Moreno gano la Presidencia con todas las suspicacias que le rodearon a esa elección de 2017 no nos quedaba dudas a los ecuatorianos que el “delfín” de Rafael mantendría la misma línea ideológica y seria probablemente un títere que se dejaría manejar por su líder y mentor, pero no fue así, los compadres se pelearon de inmediato, desde el mismo momento en que se dio el cambio de mando en la Asamblea Nacional el discurso de Moreno no cayó bien a Correa, en efecto, días después las criticas empezaron de lado y lado y el distanciamiento se profundizó al punto de la ruptura total de la relación y un profundo odio, sin embargo Moreno tuvo un error y fue precisamente el mantenerse rodeado de funcionarios allegados al régimen anterior empezando por el mismo Glas y otros esbirros más y es que la enfermedad de Rafael Correa por el poder lo llevo a un punto de enloquecer que hasta en sus videos desde el ático de su casa en Bélgica solo faltaba que se le salieran los ojos y con un rostro enrojecido y con la verborrea característica de él, le costaba disimular su frustración por haber perdido casi todo lo que había estado acostumbrado a tener en los últimos diez años, lo único que yo rescato de Moreno en la medida que pudo fue tratar de desarmar la estructura que había levantado el Correísmo y que ahora nos damos cuenta que no fue totalmente terminado.

Moreno está contando los días para irse y seguramente también le corre cierta preocupación si gana Aráuz pues resulta que si el “títere” mantiene a Correa como su mentor seguramente todo ese aparataje de odio que representa el Correísmo vendrá con todas las fuerzas y rabia de venganza hacia todo opositor o personaje que los haya atacado durante estos años, de hecho Rafael tiene una sed de venganza desenfrenada que raya en la locura, a él no le preocupa el país, a él le preocupa liberarse de todo delito y regresar como un mártir, cosa que los ecuatorianos no deberíamos permitirlo. Esperemos que este escenario no se cristalice.