María de Lourdes Alcívar

Carlos Arellano

Sus recientes declaraciones en el evento de presentación de la iniciativa gubernamental “De la indignación a la acción” que promueve la erradicación de cualquier tipo de violencia, provocó preocupación por su insensibilidad con la realidad de miles de mujeres víctimas de la violencia en el país.

Hablar desde su vida de privilegios, ajena a la de millones de ecuatorianas, no le permite entender el sufrimiento de un grupo mayoritario que durante años ha padecido el olvido del Estado y ha incumplido con su obligación de protegerlas y defenderlas.

¿Las mujeres víctimas del femicidio son responsables de sus muertes porque “no se hicieron respetar”? ¿Una niña violentada sexualmente por su padre, padrastro o abuelo, no es víctima de sus perpetradores sino de ella porque se “dejó”? Sus palabras jamás deberían representar un cúmulo de indolencia hacia las víctimas de este país.

Le recuerdo que usted sin reparo alguno expresó: “Si en tu hogar tienes un esposo que de repente eleva la voz o sale de sus casillas, Dios quiera que tengas a tu lado alguien que no lo haga porque si dos no pelean no se dan esas circunstancias”. ¿Quizás está pidiendo que las mujeres sean sumisas con sus agresores? No sorprende que su discurso pretenda justificar el asalto contra la dignidad de las víctimas.

No puedo negar que la fe guía sus pasos, pero esta misma confianza en un ser supremo no le faculta a imponer su religiosidad sobre los cuerpos del resto de mujeres. La Biblia dice “amarás a tu prójimo como a ti mismo”, entonces, desde su comodidad está invitada a entender la realidad de las mujeres y promover soluciones a sus conflictos; a respetar las decisiones de vida, aunque sean contrarias a sus creencias; a comprender que no todas gozan de las oportunidades que usted disfruta y no revictimizar a las mujeres.

Incluso su vida jamás debería emplearse ni de medida ni de guía para hablar en nombre de las mujeres que no pueden escapar del círculo de violencia en el que viven.

La próxima ocasión que participe en un programa que emplee fondos públicos, le invito a ser sensible y consecuente con sus palabras. Recuerde: “uno es dueño de lo que calla y esclavo de lo que dice”.