Maestros queridos

Iván Paredes

A pesar del limitado espacio social y educativo, motivo de la pandemia, no nos hemos olvidado de aquellas grandes personas que se han dedicado a la ardua labor de enseñar y guiar a las generaciones que surgen en el proceso de vida.

Y, no podemos dejar de rendir justo homenaje a nuestro gran pensador, maestro, literato, pero sobre todo ambateño, orgullo de Tungurahua y el país, como lo fue don Juan María Montalvo Fiallos, quien nació el 13 de abril de 1832 en nuestra querida ciudad, cuna de grandes pensadores, intelectuales y rebeldes, herencia de aquel noble prócer que, con su pluma, degolló la corrupción y tiranía de aquel entonces, produciéndole el destierro hacia París donde le acogió una enfermedad que le llevó a mejor vida. Pero no hemos dejado de leer sus libros con ese exquisito lenguaje propio del pensador libre y erudito que sirvió de ejemplo para muchos el continuar por el duro camino de la enseñanza y educación.

Nos referimos al verdadero maestro de vocación que transita rápido y ligero con destino al aula en donde le esperan sus estudiantes, a quienes les transmitirá principios morales y éticos, para luego, formarles en determinada ciencia; aquel maestro, que no mide el esfuerzo ni el valor monetario, sino y únicamente, que los jóvenes adquieran el conocimiento necesario para ser productivos ante la sociedad, esos maestros que implantaban temor y rectitud, pero al tiempo dulzura y respeto, extendemos nuestro profundo saludo y agradecimiento porque supieron formarnos para hoy, seguir su camino de ser maestros y entender que esta gran labor (más allá de profesión) no es fácil, pero que es muy digna cuando se lo realiza con amor; por ello, nuestra gratitud a todos los maestros de Tungurahua y Ecuador, que sigan por la senda de la enseñanza sembrando su conocimiento que será cosechado en seres de bien.