Luego de treinta y tres

Jaime López

Los ecuatorianos estamos inmersos en la profunda obligación de rescatar nuestra patria, que cada día se nos está escapando de las manos y conciencia ateridas de un frío implacable, provocado por la acción de los sicariatos que inundan toda información sobre  la realidad nacional y su estructura, cada vez más deteriorada por angustias y dolores.

Los asesinos no solo circulan campantes por los recintos carcelarios, cuyos corredores y puertas de acceso a las celdas están en su poder, sino que también recorren las calles de las ciudades esperando las órdenes para ejecutar su labor.

La corrupción se ha apoderado de muchos estamentos administrativos oficiales y particulares, y los valores culturales y humanos están desapareciendo a medida que las posibles víctimas no saben como defenderse de los ataques que reciben todos los días.

Lo que aún guardan en su interior es el recuerdo y los paradigmas excelsos que sus venerados ancestros construyeron para ellos y sus descendientes, es decir, se refugian en sus trincheras, para cualquier ocasión que les toque  dignificar la vida que les queda y salir avantes de sus batallas particulares.

No se someten a la tiranía del uso del calendario para celebrar aniversarios, que la comunidad ha dictado como costumbre, cada cien días, cada década o cada día de manera ridícula, los recuerdos perviven siempre en el hogar formado con amor y esfuerzo permanente, así que si el 21 noviembre, luego de treinta y tres años de ocurrido el suceso, no se pueden contener las lágrimas rememorando como se produjo la ausencia de los seres amados, bienvenidas sean para engalanar la reunión con los hijos y nietos, porque además se sabe que nunca se agotarán, porque rubrican el testamento oral que algún día les mencionó a los descendientes, cuando les dijo que ojalá ustedes hagan perdurar mi nombre y lo que hice para servir a la comunidad a la que serví con tanta capacidad y entrega.

Si, son treinta y tres años, cuando el día de su cumpleaños, con su compañera de vida, nos dijo hasta luego.