Los precandidatos a la Alcaldía de Ambato

Carlos Arellano

Luis Amoroso lideró la construcción de grandes proyectos de infraestructura a favor de la ciudad, sin embargo, el derroche de recursos públicos en obras innecesarias como, por ejemplo, la instalación de los “babacos” en las principales vías del centro de la ciudad; presuntas irregularidades en la contratación de personal; el gesto obsceno que realizó a la ciudadanía el exgerente del Cuerpo de Bomberos de Ambato durante un acto de rechazo al burgomaestre, entre otras, resumen los cinco años de su gestión.

A diferencia de Javier Altamirano quien, durante tres años, descuidó temas tan elementales como: seguridad ciudadana, transporte público, saneamiento, cultura y más. En este mismo periodo se inauguró una solución vial, el centro de revisión vehicular y el proyecto Bicentenario. El resto de obras de mayor trascendencia corresponden a las iniciadas durante el último año de funciones de su antecesor.

Amoroso y Altamirano brindaron mayor atención a las zonas que siempre contaron con el apoyo municipal, descuidando y olvidando a las zonas periféricas y rurales de la ciudad. Por otro lado, ninguno de los dos precandidatos a la Alcaldía articuló políticas que permitan erradicar el comercio informal, ni lograron transformar la Fiesta Mayor de los ambateños, ni concretaron una agenda que convierta a la urbe en un destino de negocios y turismo.

Finalmente, previo a las elecciones, ambos aspirantes recurrieron a la conocida práctica de adjudicar aceleradamente obras con el fin de fortalecer sus aspiraciones políticas y promocionar su imagen ante los electores.

A más de estos dos precandidatos, ¿quiénes nos quedan? Felipe Bonilla, el eterno candidato perdedor del PSC – Tiempo de Cambio; la actual concejala Salomé Marín y Carlos Ortega.

La ciudad tiene gente proba y visionaria que le permita a la urbe ser nuevamente un referente a nivel regional y nacional. Pero no cuentan con el capital político ni económico requerido para participar en una lid electoral.

A esto se suman los pobres procesos de democracia interna de las organizaciones políticas y los cacicazgos de los partidos que provocaron que en las próximas elecciones seccionales contemos con papeletas integradas por viejos políticos sin liderazgo ni sentido de pertenencia con la colectividad.