En mayo de 2020, desde los espacios oficiales en el Ecuador, se nos hablaba de la “nueva normalidad”, referida a la adopción de prácticas de prevención e higiene ante la pandemia Covid-19; aparecieron como boya de salvación, mensajes muy optimistas de corte filosófico que nos invitaban a entender que esta crisis mundial, debía mejorarnos como seres humanos, veíamos en las redes sociales grupos de animales salvajes que se tomaban parques y lagos; también nos decían que se registró una baja en los niveles de contaminación a nivel mundial.
Se hicieron normales los pedidos a domicilio de cualquier antojo sin importar ni fecha ni hora, aparecieron todo tipo de emprendimientos, en los sitios de bares y cantinas se empezaron a vender legumbres y frutas, entonces, descubrimos habilidades, desenterramos miedos, alborotamos sueños, generamos nuevas rutinas, aprendimos recelos. Veíamos con resquemor en las páginas oficiales del MSP como subía el nivel de contagios, esperábamos que se aplane la curva, confiábamos en la inmunidad de rebaño, de pronto las víctimas fatales que empezaron por ser cifras, incluyeron después a conocidos de amigos, amigos, familiares.
El manejo de las emociones no era algo que importaba mucho en un comienzo, razón por la cual, seguíamos todos los noticieros, caíamos en el encanto de la palabra del “mago” Chérrez de la Isspol, al igual que en otros libretos tan bien orquestados, por poco y nos convencían. ¿Cómo íbamos a no creer en ese momento al alcalde Yunda?, el querendón de perros callejeros, que había desempolvado su nunca utilizado mandil de médico y fue a recibir el cargamento de pruebas en el aeropuerto y luego encabezaría las brigadas médicas en barrios populares, tomando él en persona las muestras; creímos que esa sería la “nueva normalidad” espacios de servicio social, pero en cuestión de meses, nos percatamos que ese concepto abarcaba a un Contralor General del Estado, que desde la cárcel toma decisiones, a un destituido alcalde que con grillete en el tobillo, sigue tomando decisiones, a un Defensor del Pueblo, inventor de muertos, mal borracho, que también sigue tomando decisiones. [email protected]