Para todas aquellas

Desechar la mediocridad
Desechar la mediocridad

Álvaro Peña Flores

Son tantos los sentimientos que se anidan en el corazón que la mente tarda muchísimo en procesarlos y en aterrizarlos. Las emociones se conjugan con el vaivén de recuerdos que desde la niñez tengo de lo bien cuidado y amado que he sido. Hechos como cuando me enseñó a amarrarme los zapatos, como cuando me enseñaba a rezar, como cuando me daba de comer en la boca, como cuando asistía a las reuniones de padres de familia a recibir la libreta de calificaciones, hacen que mis ojos se enlagunen y que el corazón se contriste y el nudo de la garganta se agrande. Son un sinfín de cosas tan sencillas pero que el corazón ha guardado tan bien, porque son las que han valido la pena.

Los años son inmisericordes y se los nota en su cabeza blanca, que es el reflejo del amor, de la dulzura y del trabajo incansable e interminable que cada día hace sin darnos cuenta y sin quejarse. A veces pienso que tienen un don sobrenatural porque hay cosas inexplicables que hacen y solucionan con tan solo un beso, una caricia o una mirada. Es increíble y creo a todos nos ha pasado que cuando la razón humana está obcecada ante la maldad y el sinsentido, ellas con una palabra que nace del corazón permite amansar las aguas y mejorar la vida de los suyos.

Haciendo a un lado el sentido comercial que hoy se le ha dado, y toda la parafernalia que ostentamos a través de los medios de comunicación, celebrar el día de la madre es celebrar el amor del mundo, por el que seguimos de pie y por el que permaneceremos así, gracias al legado que han dejado en sus hijos, como sostén de la familia, apoyo a su esposo y trasmisora de lo que todos los hombres y mujeres de hoy somos. Para todas aquellas que han apostado a ser madres y que lo ostentan con orgullo.

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