La complicidad del silencio

Es tiempo de ver atrás
Es tiempo de ver atrás

Pablo D. Punín Tandazo

 

Las violaciones a menores parecen no tener tregua. Tampoco la tienen las mujeres violentadas, ni la impunidad. Mientras llegan noticias, por ejemplo, sobre conductores que arrebatan la inocencia de los sueños que transportan; o, de abusadores y asesinos disfrazados de jefes, amigos, e incluso familiares; también llegan dos acompañantes: la intraquilidad y el silencio.

La intranquilidad suele quedarse entre quienes se indignan ante lo que ocurre. En especial en las que han tenido que sufrir la pasividad de los que no solemos enfrentarnos a estos problemas. El silencio, en cambio, es muy común entre quienes tienen cercanía con los agresores y entre los que pueden verse afectados por el descubrimiento de la verdad.

Lo malo no parece tan malo cuando lo hace alguien con quien simpatizamos y lo justo no parece tan necesario cuando puede perjudicarnos. ¿Es así, no? Mucho cuidado, confundir lo que significa la lealtad puede conducir a un silencio que la convierta en complicidad.

No hay que padecer un mal en mano propia para comprender la necesidad de detenerlo. ¿Cuántas veces decidimos callar aún sabiendo que lo correcto era hablar?. ¿Cuántas veces escondimos la verdad y en su lugar protegimos la mentira?. ¿Cuántas veces preferimos ser “leales” antes que justos?. Quizas las respuestas no nos gusten, pero será un buen indicador de que primero debemos trabajar aquí dentro, para que esto deje de ocurrir allá fuera.

No podemos permitir que la cercanía nos obnubile, ni que la vanidad del prestigio siga siendo capaz de colocarse al nivel de los derechos de inocentes. Hoy, más que nunca, necesitamos tener la valentia de andar dispuestos a defender la verdad, sin importar los rostros de quienes buscan ahuyentarla.

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