El mundial también nos enseña

Es tiempo de ver atrás
Es tiempo de ver atrás

Pablo D. Punín Tandazo

Algunos han recibido el mundial con emoción y alegría, mientras otros lo vienen rechazando desde hace mucho y consideran que es un evento que no debería realizarse por las polémicas que giran a su alrededor.

No me detendré a darle la razón a uno u otro, pues no soy nadie para hacerlo y a estas alturas cada persona ya ha decidido vivir el mundial a su manera. Sin embargo, algo que sí me parece productivo en este punto es ver qué enseñanzas nos está dejando hasta ahora.

La primera llegó antes de su inicio, cuando se decidió realizarlo en un país con problemas sociales profundos, en el que existen numerosas vulneraciones a los derechos humanos, se discrimina abiertamente a las personas por su preferencia sexual y se coarta la libertad de expresión. Eligieron como lugar de encuentro un sitio donde reina la exclusión, evidenciando que los intereses económicos de los grupos de poder más influyentes están sobre cualquier situación injusta o cruel.

La segunda la vimos en la inauguración del evento, cuando nuestra selección jugó el primer partido contra Catar, enfrentándose al peso de una historia en la que el anfitrión nunca antes había perdido el partido inaugural. ¿Qué ocurrió? Ecuador demostró que los sueños se alcanzan con disciplina e ilusión. Nuestros seleccionados nos enseñaron que la historia se puede cambiar cuando existe determinación suficiente para hacerlo y que los lugares más olvidados pueden traernos las alegrías más grandes, considerando que la mayoría de seleccionados son de Esmeraldas, la provincia más abandonada y golpeada por la violencia en el país.

Poco después, la selección iraní nos dio una tercera gran enseñanza. Sus jugadores decidieron no cantar el himno en su debut, en señal de protesta por la situación a la que se enfrentan las mujeres en su país. Así, este equipo nos enseñó que no importan el momento ni las circunstancias, los actos de valor y resistencia, por pequeños que parezcan, son necesarios ante las injusticias del mundo.

La enseñanza más reciente, última a la que me voy a referir, nos la dan Arabia y Japón con sus victorias sobre Argentina y Alemania. Con su ejemplo, nos muestran claramente que nada está realmente dicho hasta el momento de actuar; que lo único imposible es aquello que nuestro temor define como tal; y, que resignarnos apresuradamente solamente nos priva de la oportunidad de hacer realidad lo improbable.

El mundial nos enseña y nos seguirá enseñando hasta su final. Nos demuestra que es posible unirnos, eliminando las barreras entre nosotros, para sentirnos, al menos por 90 minutos, hermanos y hermanas iguales con un sueño común. Si esto es posible con el fútbol, estoy seguro que también lo es con el resto.

Que la historia no sea lo que nos detenga y nos resigne, sino que se convierta en aquello que nos aliente a luchar por el cambio que necesitamos. Si 26 compatriotas han hecho historia juntos, imaginen lo que podríamos hacer casi 18 millones si logramos unirnos.

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