El buen trabajador

Del postureo al delito
Del postureo al delito

Álvaro Peña Flores

Ponerse la camiseta, equivale hoy en día a tomar conciencia de que la presión por parte de los empleadores es fuerte y en constante crecimiento. Los discursos de los patrones más que motivadores son deprimentes. El Buen Patrón, una película española dirigida por Fernando León de Aranoa, es el ejemplo perfecto para definir el concepto de empresario y trabajador; y la traigo a colación en esta edición considerando que en días pasados se celebró el Día Internacional del Trabajo, en el que se conmemoró una vez más la lucha ingente e incansable que los trabajadores tienen frente al sistema que oprime y explota inmisericordemente a vista y paciencia de todos.

Los despidos intempestivos están a la orden del día en las empresas. Quizá para las empresas la fuerza de trabajo de ciertas personas no les sea útil en determinado periodo de sus vidas, debido a la obsoleta productividad, pero lo cierto es que, el trabajador, más allá de recibir un salario con el que sustenta sus necesidades y las de su familia, entrega su vida a la empresa que trabaja, con tiempo, espacio e intelectualidad. Labor muchas veces infructuosa que no tiene precio de recompensa. La película lo muestra de forma muy didáctica.

A veces, el altruismo y la atención que los empleadores dan a sus empleados no es más que una fórmula secreta cuyo resultado es la miseria laboral con la explotación de sus trabajadores. Existen patrones buenos, como también los hay malos; de la misma forma que hay un buen trabajador hay algunos detestables. Considerado muchas veces como segundo hogar al lugar de trabajo, la verdad es que, en las vicisitudes del mundo laboral, patrones y empleados son el bucle que permite que el sistema esté de pie a costa de todo lo que implica trabajar.

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