“Código de ética”

Positividad tóxica
Personaje lojano

Álvaro Peña Flores

El Código de Ética implementado por el presidente Lasso, no es más que un recordatorio que todo funcionario público debe tener en la praxis de sus funciones al servicio de la ciudadanía, en este código están enmarcadas las conductas y lineamientos que desde la alta esfera pública, incluido el presidente está sometido a prestar un servicio de calidad, y como manda la constitución su objetivo es integrar, regular, organizar y controlar la administración pública de tal forma que sea transparente y eficiente.

La corrupción lacerante que aqueja a nuestro país, como muchos otros males que nos han acompañado a lo largo de la historia republicana, han nacido justamente por ausencia de principios éticos y morales. Este nuevo código contempla cinco ejes temáticos que son: el nepotismo o vínculos familiares, el uso de bienes y recursos públicos, los conflictos de interés, la transparencia y, la igualdad de oportunidades y buen trato. Parece haber recta intención de al menos, plasmar en papel lo que anhelamos todos, una administración diferente.

Y ahora qué decir de los ciudadanos de pie, con qué código nos regimos en nuestras actividades diarias: ¿estamos realmente conscientes de nosotros mismos y del impacto que nuestra actitud personal y profesional genera en los demás? ¿Tenemos conciencia de eso, o estamos esperando que el gobierno nos arregle la vida sin aportar nada a cambio? El dominio racional en los hábitos y costumbres, virtudes en las que descansa la ética, son vitales para generar valor en el sistema absorbente en el que vivimos; donde, nos es muy difícil, por ejemplo, respetar las filas de los bancos o instituciones públicas, los pasos peatonales, a los ancianos y menesterosos y demás prácticas cotidianas que reflejan quiénes somos realmente. Es urgente diseñar y practicar un código de ética personal que vaya acorde a nuestra convicción si es que nos llamamos justos, solidarios, empáticos y responsables.

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