Linchamiento a delincuentes

Iván Paredes

Por pedido de Vicente, un lector asiduo y preocupado por la situación que estamos atravesando los ambateños en el incremento de la delincuencia y los efectos que ha causado en los últimos días este mal social, hemos visto prudente analizar esta problemática que nos está agobiando y que puede generar mayores conflictos ciudadanos.

Es verdad, la delincuencia ha extendido sus tentáculos, pero no es menos cierto que linchar a aquellas personas que erróneamente se dedican a estos actos ilícitos, constituye incentivar la violencia y el descontrol social; es decir, hacer justicia por mano propia no es el camino correcto, a pesar y, que es entendible la ira y molestia ciudadana, para ello está el Estado por intermedio de sus instituciones controlar y prestar la seguridad necesaria. Con lo dicho, no estamos increpando a la Policía Nacional que ha demostrado buscar frenar esta problemática, sino, a la gobernabilidad y a los problemas sociales como la falta de empleo, la pobreza, la situación económica que no pueden ser solucionadas con verdaderas políticas públicas que eliminen estas causas, dando a relucir una democracia frágil que no puede unificar a sus conciudadanos.

El linchamiento se produce cuando el delincuente es atrapado en delito flagrante, es decir, en el momento mismo del acto o inmediatamente de haberlo cometido, desbordando la rabia al punto de convertirse en venganza ilimitada como la ley del ojo por ojo y diente por diente; o peor aún, como lo dijo Thomas Hobbes “en el estado de naturaleza el hombre es un lobo para el hombre; viven sin otra seguridad que sus propias fuerzas y su propio ingenio debe proveerlos de lo necesario, y lo peor de todo, hay un constante miedo y un constante peligro de perecer por muerte violenta”. Ambato era una ciudad de paz y debemos retomar aquel ambiente de seguridad y confianza social, pero no a base de la violencia.