LGBTI

Matías Dávila

En el año 2007 tuve la intención de participar en política. Quería tener una posición sobre los temas más complejos y empecé a informarme para luego definirme.

Uno de esos temas fue el de LGBTI. Luego de pensar me definí -a priori- como “tolerante pero no incluyente”. ¿Qué? Sí, toleraba la homosexualidad, pero no la incluía en mi círculo de confianza.

En esta búsqueda argumental, le pedí a Manuel Acosta Martínez, un homosexual muy inteligente con el que me recomendaron que hable, que me dé una cita para aclarar puntos álgidos.

Nos vimos en un café. Luego del saludo protocolario le dije: “Ok. mi posición con respecto a la homosexualidad es ser tolerante pero no incluyente…” Y le expliqué toda la teoría que ya les conté. Me miró sorprendido y solo atinó a balbucear un “Ok”. Y luego arremetí con la primera pregunta: “¿Cómo fue que te hiciste homosexual?” Me miró fijamente y dijo: “Qué excelente pregunta” Y me contestó: “¿Cómo fue que tú te hiciste hétero?”. “Yo no me hice, así nací”, le dije. “¡Bingo! así nací yo también…” y levantando la voz siguió: “… ¡es decir que no tienes qué carajo tolerar!, yo soy el que tiene que tolerarte tus tonterías con respecto a la tolerancia”. Me quedé mudo. El siguió, “La tolerancia te pone sobre un pedestal en donde tú eres mejor que yo. No necesito que me toleres, necesito que me respetes. Punto.”  Hasta ahí llegué con mi filosofía. Lo que el movimiento LGBTI necesita es respeto, nada más. Desde ese día veo a esta enorme gama de posibilidades sexuales, primero como seres humanos que se merecen exactamente lo mismo que yo. Antes me generaba ruido el que una persona sea homosexual y esté cerca mío. ¿Por qué? Tal vez porque fui acosado por algunos homosexuales durante mi juventud. Hoy, me da lo mismo que una persona sea trans, hétero u homo, me basta y me sobra con que sea un Ser Humano. A través de este artículo, saludo con un abrazo a toda la diversidad que pueda estar leyendo esto. Somos más fuertes cuando podemos hacer hincapié en nuestras coincidencias.