Este fin de semana las redes sociales explotaron en comentarios y los twitteros hicieron tendencia con la balacera en El Triunfo entre grupos delictivos en el que cae Jr. Roldán vinculado entre otros a una serie de delitos y por los cuales es famoso de poner en serios aprietos a la estabilidad social, imponiendo al sicariato, la matanza en cárceles y convirtiendo a las balaceras un modus vivendi y modus operandi.
En menos de tres horas las tendencias sobre #ULTIMA HORA llegaron a cuarenta mil y #URGENTE treinta y cinco mil twits. Más allá de la noticia, y los videos caseros de pobres ciudadanos expectantes y testigos temerosos, se pone de manifiesto la declaratoria de un país sumido en el terror porque las matanzas están dentro y fuera de las cárceles. Están en las calles de todas las ciudades. Unas más agónicas que otras.
Agravados por locuras sociales como los que empiezan a dedicar narco corridos, al puro estilo criollo ecuatoriano, donde las balaceras son la motivación y luego ocupan la crónica roja de todos los medios y los resultados del Gobierno se quedan en las páginas de clasificados, casi impotente de contener la ola de escenarios perversos.
Detrás de las balaceras se denota un imponente tráfico de armas, posicionamiento de territorios, disputas por liderazgos delictivos, masificación del delito, normalización de la perversidad y la crueldad, reclutamiento de menores, más venganza, más terror, más balaceras.
Son estos escenarios los que deben dar paso a incrementar, potenciar, reparar, la institucionalidad del Estado en su conjunto, la democracia y la estructura de la Policía Nacional. El estado de derecho debe prevalecer no como una vocación romántica del republicanismo, sino como una exigencia de transformación radical para contener lo que aún falta por venir. Y por supuesto, robustecer el Sistema de Justicia que es el saco con huecos que sigue siendo y que bajo su competencia seguimos viendo expectantes cómo facilito salen femicidas y los mega delincuentes.