La apariencia

CARLOS CONCHA JIJÓN
CARLOS CONCHA JIJÓN

Desde joven escuche decir: “la apariencia engaña y la lagaña empaña”, hoy recordando esas palabras, y refiriendo concretamente a la  política, veo que nuestros políticos, apartando por supuesto a algunos que han practicado la verdadera política, no han sido más que politicastros, enseñados a actuar con una careta, que solo permite ver simplemente la apariencia del muchas veces fogoso político, de tal manera que podemos determinar, que la apariencia oculta siempre una verdad, como también puede ocultar una mentira, me parece que a lo largo del tiempo en el campo político, la apariencia ha sido la gran descubridora de una serie de actos reñidos con la buena conducta que debe primar en las acciones desarrolladas por los políticos, pero podemos determinar por los hechos, que los políticos han perdido la batalla frente a los politicastros, que como tales se han rasgado las vestiduras en una trama elocuente tamizada de mentiras, que inducen engañosamente a la credibilidad, que se encontraría como una aparente realidad.

Tal vez como una práctica, podemos ubicar al correato, con un enfoque de aparente realidad en un ejercicio de un gobierno que requebrajo la democracia y ejerció una política represiva al mejor estilo de los gobiernos autoritarios, en donde las libertades y los derechos de la colectividad pasaron a segundo plano y la administración del estado fue desastrosa, llena de bandolerismo, a más de la implacable persecución a los ciudadanos.

La apariencia de ese gobierno calificado como bueno, solo estuvo en la mente de los aborregados seguidores del autoritario presidente. La apariencia como un buen gobierno contrastó con la realidad en donde salieron a flote los negociados en las ventas del petróleo, que determinaron acciones delictivas.

La apariencia sobre las grandes obras de ese gobierno que representaron supuestamente millones de dólares florecieron espectacularmente en la mente de la colectividad que se sintió defraudada porque sirvieron de pantalla para vaciar las arcas del estado, como si se tratara de un ejercicio fiscal aparentemente correcto, resultando ser la oculta realidad profesional del lleve en acto lesivo a los intereses del país cargado de la más grande inmoralidad por los actores del gobierno.