Hay pueblo más allá

Gabriel Adrián Quiñónez Díaz
Gabriel Adrián Quiñónez Díaz

Pese a todo, pese a la pandemia y a la política, mantengo la ilusión de que el pedazo de tierra en que nacimos, el que nos dio las oportunidades, convertido en escenario de dramas y malas noticias, y ahogado en discurso como está, sin embargo, tiene remedio, porque hay mucha gente empeñada en trabajar, soñar, educarse, y educar. En hacer de cada día un pedazo significativo de la vida.

Mantengo la ilusión tercamente, porque, de otro modo, me llevaría definitivamente la corriente que propician los ideólogos de la fatiga y los teóricos de la decadencia, y me envenenaría la frustración y, de ese modo quedaría sometido al destino al que anuncian los profetas neoliberales de las tragedias en nuestros pueblos, los que insisten en nuestra incompetencia, los que elaboran los perfiles de tragedia nacional en las entrevistas, en la crónica, en el cuento y en las redes sociales, y en las políticas asesinas.

El reto del actual presidente electo y del país, es muy grande. Porque va más allá de lo político, compromete a toda la gente de buena voluntad, incluso a los adversarios que tengan sensibilidad, y la grandeza, de admitir que este es el momento de quiebre hacia una vida mejor.

Estoy convencido, que el poder debe ser instrumento al servicio de los seres humanos, y no como recurso para someter, corromper, perseguir o mentir. Que el poder se traduzca, no en marchas, ni en brazos levantados ni en gritos rencorosos; que sea un factor que permita trabajar, opinar, construir cada proyecto personal y volver a la certeza de que el país en un sitio de encuentro dentro de diferencias, no una oportunidad para que los “iluminados”, trasnochados, ni para que los odiadores transformen este terruño en laboratorio de utopías fracasadas y espacios donde campee la viveza criolla, la corrupción el abuso y la miseria.

Pese a todo, neciamente, creo que es posible superar el pesimismo y encontrar pedazos de esperanza y gente que aún practica el respeto al prójimo, que honra la ley, ejerce limpiamente su profesión y se atreve a decir la verdad; que hay quienes entienden al país más allá de las tragedias, y que apuntan a un destino más noble que el que anuncia la última desvergüenza política.

El país no se agota en los noticieros de los medios mercantilistas. El país no es el que nos cuentan en la propaganda y relataron en algunas campañas sucias. No está en las cenizas que quedan. El país no se reduce a las ruinas de las instituciones, ni la mediocridad del Estado. El país no se agota en la picardía, la incompetencia, la deslealtad y la tontería. El país está en cada uno de nosotros, en sus familias y sus ilusiones, que son el pan de cada día, como ese que ganamos con honradez que tanto nos han estropeado.

[email protected]