“Hay golpes…”

Andrés Pachano

¿Sería el año 70?, o ¿quizá el 71?, cuando los amigos de entonces asombrados supimos que “…Hay golpes en la vida, tan fuertes…Yo no sé!…”; entonces supimos de la inmensidad del poeta César Vallejo y entendimos que “…todo lo vivido / se empoza, como charco de culpa, en la mirada…”; heredamos entonces –y para siempre- el reclame de “…los heraldos negros…” aquellos “…que nos manda la muerte…”; desde ahí, el poeta y sus heraldos, fueron la obligada compañía de jóvenes bohemias. Poesía a la que siempre regreso, en búsqueda contradictoria de compañía.

Que Vallejo rompió con los estereotipos de la poesía latinoamericana, dicen los críticos: “…es una revolución en la poesía de lengua española, más aún que Rubén Darío /…/aporta una nueva manera de ver y de sentir/…/ En la obra poética de Vallejo todo irá contra la corriente…” (Américo Ferrari, César Vallejo, Obra Poética Completa, Edición con Facsímiles, Francisco Moncloa Editores). Si, el todo lo rompe, inventa palabras, crea un lenguaje nuevo, despedaza los preceptos enraizados en la poesía de esta parte del mundo, sus anquilosados modelos, conceptos, temas (baste leer Trilce: “…Este no poder ser, sido./Absurdo./Demencia…”) es “…la obsesión de un mundo sin sentido…” lo anota Ferrari.

Vallejo es inmenso; y en mi pobre criterio, su producción literaria no tiene altibajos, es constante, es lineal en su calidad.

¿Por qué la muerte, la vida, son constantes en su obra?, ¿Por qué recurre a los domingos a los jueves?, solo él lo supo; quiero entender que son sus símbolos repetidos, persistentes, presentes: “…Hoy me gusta la vida mucho menos / pero siempre me gusta vivir…”; o esto que perdura sin olvidos: “…Me moriré en París con aguacero, / un día del cual tengo ya el recuerdo. /… / Me moriré en Paris –y no me corro- /…talvez un jueves, como es hoy,…”

Y Vallejo murió en París el 15 de abril de 1938; no sé si jueves de aguacero, no sé si se juntó al destino

Cada vez que abro las dolientes páginas de su poema “España aparta de mi este cáliz”, abro también el drama de las notas de “Aranjuez”, el concierto de Rodrigo, buscando con nostálgica insistencia “…la soledad, la lluvia, los caminos…”, los de Vallejo.