Cuando la pena y la tristeza invaden el ánimo del visitante a un Hospital lleno de carencias farmacéuticas para poder cumplir con el paciente, le agobian además los sentimientos que provocan la ausencia de los derechos humanos y no saber a dónde mismo y a quien hay que reclamar el cumplimiento de los mismos, sobre todo si el enfermo no tiene el dinero suficiente para adquirir las medicinas que receta el Médico y debe comprarlas en las Farmacias cercanas al Hospital símbolo de la Seguridad Social, que proliferaron en número porque presintieron a tiempo lo que pasaría y que el negocio entonces iba a beneficiar a las cadenas empresariales encargadas del negocio. Escuchar las súplicas del paciente, que no está solo en la habitación si no junto a otros enfermos, realmente conduce a la reflexión que es un eslabón más de la cadena que oprime la obligación de vivir en la libertad de ser y en la de sufrir en forma diaria todas los informes de masacres, sicariatos, robos, secuestros y dolorosos etcéteras que están conformando la historias que nuestras futuras generaciones no las justificarán, se piensa en los Derechos Humanos y en la declaración que muchos países firmaron, por supuesto que no todos, en su Art.7 que nos dice que el Derecho a la vida significa la oportunidad de vivir nuestra propia vida siguiendo las reglas genéticas como fue concebida y si hoy no es practicada según las normas, no debe existir argumentos para que el ser viviente no piense que puede interrumpirla, es decir, no hay que justificar acciones del verdugo que se apropia del derecho humano personal e intransferible y fabrique agonías que semejan las hogueras de la inquisición, y grite a los cuatro vientos que la eutanasia no se debe permitir. ¿En dónde está la virtud de la compasión para el que sufre y la solidaridad con su dolor? ¿O somos solidarios con el triángulo delincuencial que pretende la eutanasia para el Ecuador?