Estrategia diabólica

Matías Dávila

El discurso del bueno y del malo ha funcionado toda la vida. La Biblia, por poner un ejemplo, es un libro que está basado en los buenos -el pueblo elegido por Dios- y los malos, que en ese caso viene siendo el resto. Y, como una de las estrategias del poder es la caracterización y la descaracterización, pues se caracteriza a los buenos y se descaracteriza a los malos. Ahí voy.

En las marchas indígenas, el poder utiliza las mismas estrategias ancestrales, y evidenciamos que nunca dejaron de perder vigencia. Ahora las explico.

Caracterizar es, como su nombre lo indica, dar características. Los informativos audiovisuales nos enseñan a la mujer que fue obligada a cerrar su negocio por el vandalismo. ¿Qué nos provoca? Empatía, tristeza, rabia. Pero cuando caen los muertos (dos hasta cuando escribo esta nota), ellos no tienen nombres, no tienen historia, no tienen “características” con las que yo pueda empatizar. Los gobiernos en conflictos bélicos los llaman “daños colaterales”. Es decir, en estas marchas “violentas” (además hay que adjetivarlas), Doña Rosa tuvo que cerrar su negocio y lo hizo entre lágrimas y empujones producto del vandalismo y por otro lado, murieron dos manifestantes. La siguiente noticia que vendría “pepa” aquí sería: “Los actos violentos terminaron en la quema de una moto policial, o un UPC, o lo que sea…” ¿Qué se logra ahí? Que uno vaya tomando partido. Me duele Doña Rosa, pero no me duelen los muertos, de los cuales conozco poco. ¿Tendrán hijos, serán hijos, serán nietos? No lo sabemos ni lo sabremos: de eso se trata precisamente.

Doña Rosa tiene familia, como la mía; necesita trabajar, como yo; es madre, como tantas que conozco; es víctima de la violencia, como lo estoy siendo yo que no tengo como moverme a mi trabajo, etc. Los muertos no tienen ni nombre. El poder entendió que si permite que los muertos tengan nombres e historias, el día de mañana se convertirán en símbolos. Y de lo que se trata es de evitar que eso pase a toda costa.