Estado fallido

Giuseppe Cabrera

Cuando el Estado es incapaz de hacer uso del monopolio legítimo de la fuerza y el hampa, la violencia y el crimen viven tomados las calles, sin que ya siquiera les importe la hora del día para asesinar a sangre fría a quienes se rehúsan a sus fines y, quienes muchas veces deberían protegernos son los involucrados en esos crímenes, es cuando estamos ante un Estado fallido. Cuando el crimen organizado reemplaza al Estado en la provisión de servicios y genera poblaciones paternalistas dependientes de estas dádivas del crimen, estamos ante un Estado fallido. Cuando las instituciones son rechazadas por los habitantes y, la gente no se siente representada por quienes hablan en su nombre, hemos fallado como Estado.

El país está camino a su descomposición de forma acelerada, no aún en el escenario de un Estado fallido, pero, sí ante un Estado postrado, consumido a su interna por el crimen, que integran y compran a las fuerzas del orden, mientras todos siguen mirando a otro lado o evitando señalar a las dos instituciones con mayor valoración en el país: policías y militares. Ecuador nace como una República que admira a los militares, que encabezan su gesta heroica, sus revoluciones se constituyeron por milicias que tenían grados militares, como la revolución liberal y, durante el retorno a la democracia, estuvimos tutelados por las fuerzas armadas. Así, los militares como gerentes de la democracia sostuvieron o permitieron derrocar presidentes y, eso, ha hecho que tengan una preeminente imagen ante la opinión pública.

Hoy, es importante, sino urgente que un baño de verdad que caiga sobre las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional y, en una investigación exhaustiva sobrevivan los buenos elementos y, se depuren a quienes, en contubernio con las mafias, el narcotráfico y el crimen han condescendido el estado actual en que nos encontramos.

Las políticas sociales son la solución a largo plazo para eliminar la violencia y el crimen, pero, mientras llegan, no podemos seguir viviendo bajo las sombras de quienes dicen protegernos y se asocian en nuestra contra.