Aunque no es general la apertura de centros educativos, anhelamos que jardines de infantes, escuelas, colegios y universidades logren su objetivo, recibir a estudiantes en las aulas de clase y contar con la presencia del o la docente ejerciendo el principio de autoridad dando las normativas diarias del buen vivir, del buen hacer, haciendo que brille
en alto la disciplina y excelente formación educativa dentro y fuera del plantel, en los espacios públicos y privados, en el hogar, con propios y extraños. Sabemos que la educación decayó considerablemente y hay que retomar lo bueno y excelente que nos inculcaron y enseñaron los doctos maestros que tuvimos, mejor dicho, educadores de lujo por su sapiencia, modales finos, distinción a toda prueba, empezando por la forma distinguida de vestir ofertando la exquisita imagen.
A muchos centros educativos llegaban los mejores profesionales, cultos y educados que normaban el proceso enseñanza aprendizaje con óptimos resultados, cómo evoco esos tiempos y qué bueno sería que volvieran.
En los tiempos actuales hay que enfrentarse a muchos estudiantes que descuidados del hogar de donde proceden llegan con malos hábitos y malas costumbres, se sientan como les place, no saben formarse, guardar silencio, tomar distancia, lucir con decoro el uniforme, la mayoría grita y no habla.
Tantas normas bellas que se perdieron y corresponde luchar para implementarlas, e incluso, a los padres de familia en ciertos casos también hay que normarlos puesto que ellos son los primeros educadores del hogar. No olvidemos que el hijo o hija es lo que aprende en su casa.
Si bien es cierto, el maestro es el amigo diario del alumno, se lo debe corregir en todo y exigirle al máximo para formar al hombre y a la mujer del mañana. Hay que recordar que no a todos se le puede decir «señor», hay quienes no lo ameritan al igual que a la fémina. Que el ambiente educativo oferte las expectativas de buena presentación, ambiente agradable, jardín cultivado, nitidez y respeto para todos.