Álvaro Peña Flores
Una gran conquista de la inteligencia humana sería poder, al fin, deshacerse de la ilusión de predecir el destino humano. ¿Quién hubiera imaginado que hace dos años aproximadamente, un virus de un laboratorio chino se propagaría por toda la faz de la tierra arrasando con todo a su paso? Así como este evento fortuito del coronavirus vino a cambiar la vida de todos, sin tener un solo precedente, de la misma forma el progreso histórico se ha develado con un sinnúmero de acontecimientos que fueron el punto de inflexión en las diferentes etapas de la historia humana.
El quinto saber para la educación del futuro que plantea Morín se refiere a “enfrentar las incertidumbres”, que implica aplicar el principio de Eurípides de esperar lo inesperado. En la actualidad en todos los programas y proyectos que se diseñan para los gobiernos y las empresas siempre se considera una cuota o cuenta relacionada a los imprevistos, para prever los periodos de latencia que estos acarrean como forma natural de decurrir los eventos que ocurren en el mundo; en este sentido, la educación debe enfocarse en preparar a las personas para enfrentar las incertidumbres, las mismas que se las descubre a través de cuatro principios: El principio de la incertidumbre cerebro-mental, el principio de incertidumbre lógica, el principio de incertidumbre racional y, el principio de incertidumbre psicológica.
A través de estos principios, Morín propone prepararse para los imprevistos; que a la vez resulta una paradoja porque la preparación siempre implica un grado de certeza y conocimiento, pero es precisamente este desconocimiento y riesgo que nos hace trabajar a favor de la construcción de un futuro deseado. La pandemia, las guerras, las crisis económicas y demás eventos fortuitos de las que hoy somos testigos, son el mejor precedente en el que podemos diseñar un futuro en el cual apostar, esperar y hacer realidades las utopías que siempre se vieron lejanas de concretarse.