Diariamente atormentados por las noticias de lo que nos su cede y por los presagios que los sicarios, uniformados o no, fabrican y por lo que el Gobierno no hace y nos llegan a nuestro análisis, que nos obligan a pensar que en donde mismo vivimos, si en nuestro hogar familiar cada vez inundado de angustias y lágrimas verdaderas, ya que programaciones y posibles soluciones no sirven, o vivimos en un País lleno de hogares como el nuestro, cuyos paralelos y meridianos son cadenas que aprisionan lo que un día fue su geografía física y humana libre y boyante, pero al que le Gobierna un mandatario no muy diferente de aquellos que fueron criminales y corruptos y lo llevaron al borde del precipicio , donde solo basta un empujón más y le arrojen a donde la ley de la gravedad no existe. Sí, es preciso ser duros, utilizar lenguaje que merece llegar al oído y a la conciencia de los narco generales y que nos digan tantas realidades que revelen que mismo pasó con el radar instalado en Manabí, las investigaciones efectuadas sobre los miles de dólares que don Naza llevó al parqueadero del Ministerio, antes de su inmediato asesinato, que nos aclaren de una vez por todas el asesinato del General Gabela y que a su heroica esposa no la encierren en el silencio de una historia fraguada para salvar a otros culpables. Sí, es necesario calificar en este domingo de resurrección, que lo que hizo el Gobierno con el ridículo habeas corpus concedido al delincuente condenado por varias sentencias, fue algo similar a lo que hizo Pilatos en la condena a Jesús, solo que, en lugar de lavarse las manos, el delegado del Gobierno se lavó la cara y no pudo hablar porque el agua le impedía hablar. La ironía quizá un poco desmedida, cabe hacerla y colocarse al lado de millones de ecuatorianos porque en ese amasijo llamado Asamblea , cuya mayoría de integrantes pretende no solo cambiar la Presidencia si no también manipular la designación del Contralor y la elección de candidato a la Presidencia del País, que por lo que ya se dice, no será otro que el plagiador con arete, porque hay que ratificar que vivimos, por ahora, en un País situado al borde de un precipicio gobernado por quien se aferra a durar y no a actuar.