En la orfandad

Agustín Sánchez
Agustín Sánchez

Hace exactamente cuatro años, en este espacio publiqué un artículo denominado “Ambato gana”, el cual hacía relación a una oportunidad histórica para el hoy alcalde saliente, quién contó con una votación del 44,10%. Si bien dicha votación no representaba un apoyo absoluto a sus propuestas o candidatura, sino que aglutinaba un importante voto de rechazo a la administración saliente de ese entonces, el desafío que representaba esa votación y una visión de ciudad que proyectaba ser distinta y moderna, no quedó sino en fofas promesas de campaña. Un Alcalde relativamente joven y sin mayor polarización en el Concejo Municipal, a pocos días de finalizar su administración, deja anulada la posibilidad de lo que prometía un nuevo liderazgo que llenaría un vacío de quienes con gran presencia y por muchos años habían gobernado la ciudad y provincia.

El balance de su gestión se vio reflejado en las urnas, con una votación que lo ubica en el cuarto lugar disputando en número con los votos nulos, con lo cual la ciudadanía pone al descubierto lo que realmente existió detrás de la maquillada “Gran Ciudad”.  Época compleja para gobernar dirán, pandemia y paros, y sí, es cierto, pero bajo esas circunstancias gobernaron 221 alcaldes en el país, y dichas situaciones no justifican el entreguismo de la ciudad al comercio informal, la parsimonia en la atención de trámites municipales que tardan meses sin resolver, obras de campaña inauguradas al apuro y que a los pocos días debieron ser intervenidas para nuevos arreglos, podría continuar, pero ya resulta innecesario. Lo que además preocupa es el saldo pendiente para la ciudad, alto endeudamiento, cuantiosas contribuciones pendientes de cobro, un PUGS urgente de reformar, y una paralización del servicio de transporte público que lleva días sin solución, como que a ninguna autoridad le importase la forma de transportarse de miles de ambateños hacia sus distintas actividades diarias. 

La ciudad se encuentra en completa orfandad, tras una incapacidad manifiesta en liderar y gestionar la cosa pública, con una egoísta complicidad de quiénes debiendo fiscalizar no lo han hecho como manda la ley. En resumen, la ilusión que en inicio despertaba la administración municipal saliente duró lo que duraron los viajes del Alcalde en bus hacia su despacho en el Palacio Municipal.