El sainete del debate

Rocío Silva

Según el Reglamento de Debates Electorales Obligatorios, el Comité está conformado por cinco miembros, de quienes se dice, fueron designados por su gran trayectoria profesional en el ámbito académico y con experiencia en organizaciones de la sociedad civil y organismos internacionales y que, además, han contribuido al fomento de la democracia; sin embargo, el público espectador no entiende por qué se hace referencia con gratitud extrema a los miembros mencionados, como autores del risible manual de debates.

 Se dice que las dinámicas de participación han sido establecidas en una forma equitativa y justa y que buscan ofrecen una oportunidad única a los candidatos de llevar el diálogo político a otro nivel, de qué nivel se puede hablar, si se hace uso y abuso de lugares comunes, propuestas gastadas y populismo en su más alta expresión, en los momentos de interpelación se hacen reclamos inútiles, agresiones solapadas, acusaciones de refilón o preguntas sacadas de concurso de belleza de comarca.

Así que, para nada, el debate se transforma en un bien público de calidad, o un ejercicio que pone en escena la capacidad de articular las diferencias políticas a través del diálogo y en un canal fundamental para que las y los ciudadanos decidan su voto. El debate de los candidatos a la alcaldía de Ambato, se consagró como un sainete con actores improvisados, que, si habrían de vivir del teatro, bien podrían morir de inanición. Quedará la duda de que, si este sainete fue drama o comedia, lo que si queda claro es que es una tragedia para la ciudad, respuestas de candidatos con evasivas, poca capacidad de interpretación y respuestas ambiguas, recelos ante los candidatos mayor promoción en redes sociales; sin que logren provocar algún tipo de efecto en la audiencia, porque si fastidia la ausencia de postura ideológica, la demagogia continua, las justificaciones y lo que es peor, la desmemoria ante acciones propias.

Los nueve candidatos a la Alcaldía de Ambato, demostraron con creces que son el resultado de viejas prácticas politiqueras, al igual que el fofo armatoste comunicacional mal llamado debate.

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