El peso de la irresponsabilidad

Priscila Amalia González Briceño

“No dejes para otros lo que te corresponde hacer a ti” es la frase con la que enfatizo el hecho de que, como seres humanos, cumplimos con roles dentro de la sociedad que se traducen en el cumplimiento de obligaciones y compromisos que requieren la organización de nuestros pensamientos cuando debemos tomar una decisión importante, así como el asumir de modo consciente nuestros actos y las consecuencias de los mismos.

Ahora, ¿qué sucede con quienes están al frente de la administración de nuestro país? Una vez más, la materialización de un evento peligroso nos puso a prueba. Lo que conocemos como política pública en gestión de riesgos no ha servido porque desde nuestras trincheras no asumimos una verdadera responsabilidad en la toma de decisiones. Llevamos más de un año de emergencia sanitaria, y ¿por qué se sigue delegando funciones?

Estamos inmersos en un escenario desolado, haciendo caso a los mal llamados “grupos de poder” o a lo que nos dicta nuestra conciencia. Si actuáramos de modo responsable, se evidenciaría una absoluta orientación y compromiso por conseguir el bienestar de todo un pueblo, ofreciendo siempre una mirada y una postura empática con el otro.

Lo que estamos viviendo es un estado de absoluta irreflexión. Sin lugar a duda, la falta de responsabilidad nos condena a una existencia absolutamente mediocre. Acostumbrarse a que otros cumplan con nuestras funciones, suele generar una tendencia que termina convirtiéndose en un estilo de vida y de obrar, del cual es muy difícil despegarse y salir sin sufrir después sus tremendas consecuencias, especialmente en el terreno de la toma de decisiones y de la confianza.

Estamos matando la credibilidad, la empatía, la humanidad, porque la irresponsabilidad se ha convertido en el arma letal que afecta la vida y el desarrollo de quienes nos rodean.

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