En el tercer mundo, decir que uno es creativo es como decir en público que uno es guapo. Si usted es varón, le invito a que en la próxima reunión que tenga, se ponga de pie y se reconozca creativo. Más de uno le dirá: “acho” o “ichi”… que en medio de la burla termina siendo lo mismo.
En el tercer mundo uno de cada diez habitantes se reconoce como creativo. En los países en desarrollo, ser creativo es pertenecer a la mitad de la población, de hecho va convirtiéndose en una necesidad dentro de la comunidad.
En el primer mundo, en cambio, ser creativo es un requisito. Nueve de cada diez personas son creativas por formación. Sus sistemas educativos les han dado las herramientas para desarrollarse en el campo de la creación.
Pero, ¿qué es un creativo? Partamos de que el cerebro NO ES creativo. Entonces no es que un niño es más creativo que otro, no. Un niño utiliza mejor su capacidad para crear que otro, pero no es que nace más creativo. De hecho quienes trabajamos con esta herramienta sabemos que hay técnicas científicas que reemplazan a las “muzas” para que podamos crear a voluntad en el momento necesario.
El cerebro es más bien como una gran biblioteca que almacena las cosas por temáticas. Si en este momento le digo “caballo”, el cerebro le traerá todo lo relacionado con caballo: un cuadrúpedo, el logotipo de alguna marca, un compatriota del Carchi, etc. La creatividad es la capacidad de relacionar lo irrelacionable. Por ejemplo, si se le quema el foco de la sala, ¿qué hace para cambiarlo? Usted me responderá: “me subo en la silla y lo cambio”. ¿Se da cuenta? Pero si las sillas se hicieron para sentarse, cómo se le ocurre que una silla pueda servir para que usted se pare allí y gane altura para cambiar un foco… caray.
Recomiendo la lectura de dos autores en materia de creatividad. Instrúyase para que mejoren sus condiciones laborales y de vida en general. Ojo, yo he trabajado la vida entera como creativo así que se por qué le digo: Edward De Bono y Mihaly Csikszentmihalyi. … y me cuenta.