¿Cómo yo pude ser Will Smith?

Carlos Cabrera
Carlos Cabrera

Crecer nunca es fácil. Implica adaptarse, aprender, errar. También implica entender qué se espera de ti. Siempre fui un ser sentimental y durante mi vida he luchado con eso. Nunca supe, sino hasta hace poco y es un trabajo siempre inacabado; cómo manejar mis emociones.

De niño, desde muy pequeño el mundo estableció como debía comportarme en mi rol de género. En ese personaje creado para que lo interprete, no era bien visto llorar y yo, soy el llorón de mi familia.

En general suelo llorar por frustración. Muchas veces incapaz de entender toda esa energía que me corre por el cuerpo cuando algo no funciona como parece debería. Una frustración que aumenta cuando se burlan de ti por el hecho mismo de llorar. Una frustración que puede, si se guarda en silencio, para no incomodar a nadie, volverse agresividad y violencia.

En mi adolescencia esto se evidenció aún más. Solían molestarme y yo solía guardarme mis sentimientos, sin saber que un día podrían estallar. Efectivamente pasó un día que, cansado de que me molestaran, lancé una mochila contra la ventana del aula, explotando en rabia mientras lloraba de manera inconsolable.

Lloraba con rabia y vergüenza, impotente porque había mostrado ser vulnerable una vez más.

Nadie quiere a alguien vulnerable. La gente no sabe qué hacer con alguien vulnerable, se sienten incómodos porque ellos también lo son. Ver a alguien vulnerable, que socialmente no “debería” les asusta porque les refleja su propio interior.

Aprendí de ese evento a decir lo que me pasa, pero al mismo tiempo, el ser vulnerable seguía siendo algo que no quería repetir. El colegio se centró en el tema del bullyng, mis padres también, pero yo seguía sin saber cómo entender lo que me pasaba. ¿Cómo ser sensible sin dejar de ser atractivo, sin dejar de interpretar este rol de macho alfa al que parece que todas mis compañeras desean? Al fin de cuentas, era un adolescente. Lo que quería era agradar a mis pares.

Crecí, fui a terapia al tener ver que mi agresividad seguía ahí y poco a poco entendí que llevaba frustrado casi toda la vida. Incapaz de resolver lo que sentía, no porque no lo intentará sino porque no tenía herramientas para entender lo que me pasaba.

Cuando comencé a trabajar en mí, comencé a entender a muchos hombres. La necesidad de estar duros como rocas, de abandonar un vínculo por miedo a no dar la talla. La incapacidad de mostrarse como son sin que sean juzgados, o encasillados como “buenos tipos”. Los hombres siempre deben mostrar los “atributos” y nunca su sensibilidad, si son sensibles son aburridos, a menos de que sean casos perdidos que alguien busque rehabilitar (no es mi caso).

En esa escena del deber ser, siempre gana el auto más grande, el depar más nuevo, la capacidad de comprar una o varias botellas a una mujer y su grupo de amigas en una discoteca mostrando cuánto se puede gastar, el traerla y llevarla de lado a lado, la imperiosa necesidad de ser un buen polvo, conocer dónde está el clítoris, el punto g, etc.

En resumen, mostrarse con alto status desde variables como rendimiento sexual, capacidad adquisitiva o generación de movimiento social, etc. Dudo que esa escena sea lo que las mujeres realmente desean, pero si sé que es lo que la sociedad les muestra deben querer y tener.

Los atributos cambian como modas o con las edades (la forma en que se configura el status varía con la edad), pero su fondo no. El fondo es la obligación de ser “algo”. Y mientras eso sucede, la parte primordial de nosotros los hombres, queda a escondidas, como una oscuridad que solo puede ser mostrada en eventos deportivos, borrachos o en velorios. Después nos preguntamos por qué hay tanta violencia en nosotros. La respuesta es clara, es la única vía legitimada socialmente en la que un hombre puede ser sensible y es el resultado claro de la impotencia emocional a la que todos estamos condenados.

Lo que pasó con Will Smith demuestra que no importa que tanto trabajes en ti mismo, hemos sido educados con pocas o nulas herramientas para poder aceptar que somos sensibles.  Somos incapaces de lidiar con los sentimientos, si no sabemos entenderlos, pueden sobrepasar nuestra racionalidad. No se puede trabajar con algo que tiene detrás la etiqueta de inadecuado para ti.

Por eso, lo del domingo en los Oscares no debe ser visto de manera binaria de buenos vs malos, ni sirve nombrar villanos, ni etiquetar esto como “masculinidad tóxica” sin más. Lo que debemos hacer es entender y cuestionarnos qué llevó a que esto pase. Etiquetar, estigmatizar, cancelar, nada de eso sirve porque tapa el problema.

 Todos pudimos ser Will Smith y hacer shaming de una acción incorrecta es quedarse en un análisis superfluo. La pregunta que deberíamos hacernos es ¿Por qué sucede esto y qué alternativas tiene un hombre al sentirse sobrepasado por sus emociones? ¿Cómo establecemos opciones viables para que los hombres podamos expresarnos de manera sensible, sin ser sancionados o estigmatizados y sin caer en la configuración de emoción=violencia?

La respuesta es algo que podríamos empezar a construir en conjunto, cuando abramos el debate más allá de ponerle la cola al burro etiquetando todo o buscando villanos.

pd. Esto bajo ningún punto justifica el acto, pero si busca ir más allá de él.