Violencia contra la mujer

Emily Torres Larriva

Nos encontramos a pocos días del 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, fecha en la cual es menester de la sociedad reflexionar sobre las secuelas que deja la violencia perpetrada en niñas y mujeres alrededor del mundo.
Lamentablemente el confinamiento y la pandemia nos demostró que la violencia en la mayoría de casos está dentro de nuestros hogares, ONU MUJERES, en un reciente estudio realizado en 13 países nos dice que, en pandemia, “2 cada 3 mujeres padecieron alguna forma de violencia o conocían a alguna mujer que la sufría. Por desgracia, solo 1 de cada 10 dijo que recurriría a la policía en busca de ayuda. A su vez, se llegó a la conclusión que estas mujeres tienen más probabilidades de enfrentarse a situaciones de pobreza y escasez de alimentos”.
Sin duda, como lo menciona la ONU, la violencia está ligada a la pobreza, las mujeres sin ingresos tienden a quedarse en círculos donde sus derechos son vulnerados, producto de la necesidad. La mujer dependiente económicamente es más sensible a la explotación, el maltrato y el acoso, es por ello que, el empoderamiento del mal llamado “sexo débil” es decisivo para poder forjar los cambios que demandamos.
Los efectos de la violencia hacen eco en la sociedad, una niña víctima de violación tiene una probabilidad muy alta de dejar los estudios, a más de todas las consecuencias negativas para su salud (física, emocional y reproductiva) que dejarán secuelas a lo largo de toda su vida.
Es sustancial que todos los actores sociales podamos ver a la violencia como lo que realmente es, una barrera para edificar sociedades inclusivas y sostenibles, y, pese a que este tema “de moda” es tocado en diversos ámbitos, aún falta mucho, debemos reclamar y exigir políticas para su erradicación. Exigir más inversión, más liderazgo, más cambios es nuestra misión.

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