Para sanar

Diana Luzuriaga Vera

Son muchas las personas que llegan a las consultas de atención primaria con dolor. Con esa pena que las abruma, y que les impide levantarse por las mañanas. En muchos casos la medicina sirve para disminuir los síntomas, pero eso no termina con el problema.

Cuando hablamos de sanar nuestra mente para sanar nuestro cuerpo, nos referimos a la forma en que reaccionamos ante las diferentes circunstancias de la vida. No podemos controlar lo que otros hacen; pero sí lo que nosotros hacemos. Hay que prestar atención a comportamientos como, ceder más de la cuenta. Aceptar cosas en contra de nuestros valores. Mantener relaciones tóxicas que nos lastiman. Y guardar silencio ante aquello que nos molesta. La tensión mental y el dolor emocional que nos generan cobran su precio tarde o temprano. Afectando directamente nuestra capacidad de ser productivos y eficientes en el mundo.

Puede que no logremos evitar contraer ciertas enfermedades que son genéticas o que se propagan a través del aire, pero hay maneras de reducir e incluso eliminar situaciones que nos hacen más vulnerables a ellas. Los problemas siempre estarán ahí. Pero como dijo Napoleón: «La mejor cura para el cuerpo es una mente tranquila». Está comprobado que nuestro organismo puede sanarse a sí mismo. Un ejemplo de ello es cuando nos caemos y nos raspamos la rodilla, inmediatamente el cuerpo se pone en acción y formula maneras de curar la herida.

¿Quieres sanar? Piensa bien y obra bien, preocúpate por tu parte espiritual, ora. Escúchate, medita, y exprésate, no te reprimas. Quiérete, algunas veces necesitamos sanar el alma para que sane el cuerpo. El desafío está en silenciar el ruido externo y aceptar las verdades que nos grita el silencio.

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